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El éxodo de familias gitanas de la Mina tras un apuñalamiento se contagia a Badalona
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El éxodo de familias gitanas de la Mina tras un apuñalamiento se contagia a Badalona
El éxodo de familias gitanas de la Mina tras un apuñalamiento se contagia a Badalona
Centenares de vecinos de la Mina y Sant Roc se han marchado con lo puesto fuera de Catalunya estas últimas semanas, tras el asesinato de un joven en un bar del Port Olímpic
Administraciones y policías guardan discreción y se coordinan para asegurar la convivencia y seguridad en distintos barrios
JAVIER TORRES, Badalona 14/02/2016 21:00 | Actualizado a 15/02/2016 17:29
“Antes siempre había grupos de chicos por aquí, hace días que han desaparecido…”. Los agentes de la Guardia Urbana de Badalona destinados a la pequeña comisaría del barrio de Sant Roc constatan el descenso de vecinos y vecinas que hasta finales de enero, y como ha ocurrido siempre en este distrito de la ciudad, hacían vida en plazas y calles. La sede policial está ubicada en la plaza Camarón de la Isla, el corazón mismo de un barrio que también se ha visto ‘tocado’ por un asesinato en el Port Olímpic que mantiene en vilo a buena parte de la comunidad gitana del entorno del Besòs des de hace algo más de dos semanas.
La muerte de un joven de 28 años puso en pie de guerra a toda su familia, los ‘Baltasares’, y provocó, en muy pocos días, la huida de centenares de personas de la Mina, sabedoras de las desgraciadas consecuencias que el incidente podía acarrearles en forma de ajuste de cuentas. Al menos 300 familias pertenecientes al clan de los ‘Peludos’ principalmente, pero también a los de los ‘Zorros’, ‘Manueles’ y ‘Cascabeles’, afirman fuentes anónimas del barrio, se marcharon “con lo puesto” las jornadas posteriores a la noche del 24 de enero. Pero, aunque el vecindario adrianense se haya llevado la peor parte del éxodo provocado por el crimen, también Sant Roc se ha visto afectado.
“Es un tema muy personal y una muerte es algo muy fuerte…Nadie quiere hablar”, avisan los vecinos a pie de calle. El silencio y el hermetismo del colectivo gitano se han convertido en denominador común al preguntar por ‘el tema’. Y no solo por precaución o miedo, como se pueda intuir por las características de unos hechos en los que la venganza resulta el rasgo más mediáticamente llamativo; sino también por dolor. Dolor por observar el alcance negativo de un hecho aislado, aunque no menor, que ha involucrado por fuerza a cientos de personas que muy poco o absolutamente nada tuvieron que ver con la agresión de la noche de marras.
Y la precaución no es exclusiva del colectivo gitano, también guía a las administraciones. Portavoces municipales de Badalona aseguran no disponer de datos oficiales sobre el éxodo que se ha producido estos días, si bien admiten que siguen el tema desde el primer momento a través de una comisión especial y que están recopilando toda la información posible. Más allá de las versiones oficiales, en Sant Roc estiman que podrían haber marchado del barrio unas 60 o 70 familias. Una cifra que, aunque inferior a la de la Mina, ha mermado el dinamismo y la vida colectiva de las calles, como sí coinciden en admitir tanto autoridades como vecinos.
Afectación en la asistencia escolar
Otro de los efectos de la marcha, más allá de la calma tensa en las plazas, ha sido el descenso de la asistencia en los colegios de Sant Roc. “Además de las familias que se marcharon, las que se quedaron prefirieron no llevar a los niños y niñas al colegio los primeros días. Pasada la incertidumbre inicial, poco a poco se ha ido recuperando la normalidad”, cuenta una persona muy arraigada al barrio. La regidoría de Educación confirma que, sobre todo después del crimen, se notó un descenso en la asistencia escolar, que fue repuntando paulatinamente. Aún así, resulta complicado tener una referencia clara de la “normalidad” escolar del barrio debido a los altos índices de absentismo crónico que padece Sant Roc.
Uno de los centros con más alumnos y alumnas de etnia gitana del barrio, donde han notado notablemente el descenso, optó hace una semana por no salir a celebrar la clásica rúa de carnaval a la calle por precaución. Esa misma tarde, no obstante, el Ateneu de Sant Roc, entidad social de referencia en el territorio, sí celebró su habitual fiesta de carnaval en la vía pública y aseguran que pudieron desarrollar su actividad dentro de lo habitual. “Es cierto que hay tensión; con nosotros salen porque nos tienen confianza, pero en todo momento vigilan a los pequeños. Es cuestión de que se calmen los ánimos y todo vuelva la normalidad”, tranquilizaba uno de los responsables del centro.
Coordinación entre administraciones y policías
El trabajo de seguimiento y coordinación entre administraciones y policías es una constante desde el primer día. Como admiten las mismas fuentes oficiales, la delicadeza del asunto conlleva ser cautos y darle la mínima proyección posible a un trabajo en red que implica a Badalona, Sant Adrià, policías locales, Mossos y Generalitat. La prioridad es asegurar la convivencia y la seguridad, explican fuentes del gobierno badalonés, en un barrio, el de Sant Roc, tradicionalmente estigmatizado y en el que el trabajo diario de mediación y cohesión social es imprescindible.
Al margen de la marcha de decenas de familias, el barrio de Badalona no ha lamentado ningún incidente destacable, más allá de algún pequeño altercado que haya requerido intervención policial pero de sencilla resolución. En este sentido, desde el Consistorio insisten en desmentir rumores y transmitir un mensaje de normalidad y tranquilidad entre el vecindario. “Está todo muy calmado estos días. Es cierto que se nota la marcha de gente, pero el ambiente general es de tranquilidad”, relataba un agente local la pasada semana.
Sant Adrià y la Mina, desoladas por la situación
También Sant Adrià intenta sobrellevar la situación con toda la discreción posible. “No conviene que esto forme parte del espectáculo mediático”, lamentaba ante los periodistas el alcalde Joan Callau la pasada semana. El gobernante adrianense admite que se trata de un caso “muy grave” que se vive con “desolación”, porque afecta a la “moral de toda una ciudad”. “Cuando se potencia el estigma y el mito, nos hundimos cada vez más”, considera Joan Callau, en relación a las etiquetas de proyección negativa con las que la Mina lidia constantemente. En este sentido, el gobierno local prefiere no dar detalles sobre las actuaciones ni las cifras del éxodo de vecinos y afirma que seguirán trabajando con total discreción.
La pena, igual que en Sant Roc, va más allá de los estamentos oficiales. Una vecina gitana de la Mina ha querido contactar con La Vanguardia Digital para denunciar que la huida por miedo ha afectado a muchas personas que no tienen nada que ver con el mundo de las drogas y la violencia y que no participaron en modo alguno en la fatídica fiesta de cumpleaños del Port Olímpic. Que ante las amenazas de la familia ofendida, prosigue, el clan acusado ha repartido la presión señalando a otros clanes del barrio con los que mantienen algún parentesco lejano, pero muy poca relación cotidiana. Así el éxodo, explica, ha tocado a muchas familias “trabajadoras y humildes, que se dedican a la chatarra” o que tienen empleos precarios, que han tenido que abandonar para huir casi sin recursos, con una mano delante y otra detrás.
La marcha se extiende por los árboles genealógicos más allá de hermanos, tíos o primos, prácticamente hasta los ‘primos cuartos’. Los ‘Peludos’, cuenta esta vecina -que insiste mucho en reclamar el anonimato-, es uno de los clanes más extendidos, por eso se ha ido tanta gente. Y en la Mina, asegura, hay a día de hoy bares y negocios cerrados, plazas vacías y clases sin niños. “Los Mossos no lo entienden, cuando hay un muerto gitano, se le hace justicia sí o sí. Hay muchas cosas bonitas de la cultura gitana, pero ahora estamos viendo la peor cara”, suspira.
Fuente: http://www.lavanguardia.com/local/barcelones-nord/20160212/302114643445/exodo-familias-gitanas-mina-badalona-sant-roc.html?utm_source=Twitter&utm_medium=social&utm_campaign=politica
Centenares de vecinos de la Mina y Sant Roc se han marchado con lo puesto fuera de Catalunya estas últimas semanas, tras el asesinato de un joven en un bar del Port Olímpic
Administraciones y policías guardan discreción y se coordinan para asegurar la convivencia y seguridad en distintos barrios
JAVIER TORRES, Badalona 14/02/2016 21:00 | Actualizado a 15/02/2016 17:29
“Antes siempre había grupos de chicos por aquí, hace días que han desaparecido…”. Los agentes de la Guardia Urbana de Badalona destinados a la pequeña comisaría del barrio de Sant Roc constatan el descenso de vecinos y vecinas que hasta finales de enero, y como ha ocurrido siempre en este distrito de la ciudad, hacían vida en plazas y calles. La sede policial está ubicada en la plaza Camarón de la Isla, el corazón mismo de un barrio que también se ha visto ‘tocado’ por un asesinato en el Port Olímpic que mantiene en vilo a buena parte de la comunidad gitana del entorno del Besòs des de hace algo más de dos semanas.
La muerte de un joven de 28 años puso en pie de guerra a toda su familia, los ‘Baltasares’, y provocó, en muy pocos días, la huida de centenares de personas de la Mina, sabedoras de las desgraciadas consecuencias que el incidente podía acarrearles en forma de ajuste de cuentas. Al menos 300 familias pertenecientes al clan de los ‘Peludos’ principalmente, pero también a los de los ‘Zorros’, ‘Manueles’ y ‘Cascabeles’, afirman fuentes anónimas del barrio, se marcharon “con lo puesto” las jornadas posteriores a la noche del 24 de enero. Pero, aunque el vecindario adrianense se haya llevado la peor parte del éxodo provocado por el crimen, también Sant Roc se ha visto afectado.
“Es un tema muy personal y una muerte es algo muy fuerte…Nadie quiere hablar”, avisan los vecinos a pie de calle. El silencio y el hermetismo del colectivo gitano se han convertido en denominador común al preguntar por ‘el tema’. Y no solo por precaución o miedo, como se pueda intuir por las características de unos hechos en los que la venganza resulta el rasgo más mediáticamente llamativo; sino también por dolor. Dolor por observar el alcance negativo de un hecho aislado, aunque no menor, que ha involucrado por fuerza a cientos de personas que muy poco o absolutamente nada tuvieron que ver con la agresión de la noche de marras.
Y la precaución no es exclusiva del colectivo gitano, también guía a las administraciones. Portavoces municipales de Badalona aseguran no disponer de datos oficiales sobre el éxodo que se ha producido estos días, si bien admiten que siguen el tema desde el primer momento a través de una comisión especial y que están recopilando toda la información posible. Más allá de las versiones oficiales, en Sant Roc estiman que podrían haber marchado del barrio unas 60 o 70 familias. Una cifra que, aunque inferior a la de la Mina, ha mermado el dinamismo y la vida colectiva de las calles, como sí coinciden en admitir tanto autoridades como vecinos.
Afectación en la asistencia escolar
Otro de los efectos de la marcha, más allá de la calma tensa en las plazas, ha sido el descenso de la asistencia en los colegios de Sant Roc. “Además de las familias que se marcharon, las que se quedaron prefirieron no llevar a los niños y niñas al colegio los primeros días. Pasada la incertidumbre inicial, poco a poco se ha ido recuperando la normalidad”, cuenta una persona muy arraigada al barrio. La regidoría de Educación confirma que, sobre todo después del crimen, se notó un descenso en la asistencia escolar, que fue repuntando paulatinamente. Aún así, resulta complicado tener una referencia clara de la “normalidad” escolar del barrio debido a los altos índices de absentismo crónico que padece Sant Roc.
Uno de los centros con más alumnos y alumnas de etnia gitana del barrio, donde han notado notablemente el descenso, optó hace una semana por no salir a celebrar la clásica rúa de carnaval a la calle por precaución. Esa misma tarde, no obstante, el Ateneu de Sant Roc, entidad social de referencia en el territorio, sí celebró su habitual fiesta de carnaval en la vía pública y aseguran que pudieron desarrollar su actividad dentro de lo habitual. “Es cierto que hay tensión; con nosotros salen porque nos tienen confianza, pero en todo momento vigilan a los pequeños. Es cuestión de que se calmen los ánimos y todo vuelva la normalidad”, tranquilizaba uno de los responsables del centro.
Coordinación entre administraciones y policías
El trabajo de seguimiento y coordinación entre administraciones y policías es una constante desde el primer día. Como admiten las mismas fuentes oficiales, la delicadeza del asunto conlleva ser cautos y darle la mínima proyección posible a un trabajo en red que implica a Badalona, Sant Adrià, policías locales, Mossos y Generalitat. La prioridad es asegurar la convivencia y la seguridad, explican fuentes del gobierno badalonés, en un barrio, el de Sant Roc, tradicionalmente estigmatizado y en el que el trabajo diario de mediación y cohesión social es imprescindible.
Al margen de la marcha de decenas de familias, el barrio de Badalona no ha lamentado ningún incidente destacable, más allá de algún pequeño altercado que haya requerido intervención policial pero de sencilla resolución. En este sentido, desde el Consistorio insisten en desmentir rumores y transmitir un mensaje de normalidad y tranquilidad entre el vecindario. “Está todo muy calmado estos días. Es cierto que se nota la marcha de gente, pero el ambiente general es de tranquilidad”, relataba un agente local la pasada semana.
Sant Adrià y la Mina, desoladas por la situación
También Sant Adrià intenta sobrellevar la situación con toda la discreción posible. “No conviene que esto forme parte del espectáculo mediático”, lamentaba ante los periodistas el alcalde Joan Callau la pasada semana. El gobernante adrianense admite que se trata de un caso “muy grave” que se vive con “desolación”, porque afecta a la “moral de toda una ciudad”. “Cuando se potencia el estigma y el mito, nos hundimos cada vez más”, considera Joan Callau, en relación a las etiquetas de proyección negativa con las que la Mina lidia constantemente. En este sentido, el gobierno local prefiere no dar detalles sobre las actuaciones ni las cifras del éxodo de vecinos y afirma que seguirán trabajando con total discreción.
La pena, igual que en Sant Roc, va más allá de los estamentos oficiales. Una vecina gitana de la Mina ha querido contactar con La Vanguardia Digital para denunciar que la huida por miedo ha afectado a muchas personas que no tienen nada que ver con el mundo de las drogas y la violencia y que no participaron en modo alguno en la fatídica fiesta de cumpleaños del Port Olímpic. Que ante las amenazas de la familia ofendida, prosigue, el clan acusado ha repartido la presión señalando a otros clanes del barrio con los que mantienen algún parentesco lejano, pero muy poca relación cotidiana. Así el éxodo, explica, ha tocado a muchas familias “trabajadoras y humildes, que se dedican a la chatarra” o que tienen empleos precarios, que han tenido que abandonar para huir casi sin recursos, con una mano delante y otra detrás.
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Fuente: http://www.lavanguardia.com/local/barcelones-nord/20160212/302114643445/exodo-familias-gitanas-mina-badalona-sant-roc.html?utm_source=Twitter&utm_medium=social&utm_campaign=politica
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